4 recetas de siempre elaboradas en La Mancha
Desde hace siglos, la llanura manchega ha sido cuna de algunos de los mejores productos gastronómicos, ingredientes sencillos pero llenos de sabor, capaces de conquistar incluso a los paladares más exigentes. Platos que saben a tradición, a hogar y a historia, cocinados a fuego lento, como dicta la cultura culinaria de la región.
Su mejor embajador, Don Quijote de La Mancha, ya dejó constancia de su aprecio por los sabores de estas tierras en su inmortal relato, llevándolos simbólicamente hasta los rincones más insospechados. Hoy, iniciativas como Sabor Quijote, que se celebra en Campo de Criptana gracias a la organización de la Diputación de Ciudad Real, mantienen vivo ese legado, ofreciendo una oportunidad única para descubrir la riqueza gastronómica manchega.
Y es que no es casualidad que el mayor viñedo del mundo se encuentre en esta región. Las bodegas que lo trabajan elaboran vinos con personalidad, aromas vibrantes y sabores intensos, ideales para realzar cada matiz de la cocina local.
En la Ruta del Vino de La Mancha, el viaje gastronómico se convierte en una experiencia sensorial completa. Restaurantes y bodegas a lo largo del recorrido ofrecen maridajes exclusivos y actividades enoturísticas que permiten conectar con la tradición a través de los sabores más auténticos. Esta ruta, con 12 paradas repartidas por la región, es también escenario de romerías y fiestas populares, donde se celebra la identidad manchega con música, gastronomía y, por supuesto, buen vino.
Aquí, la fusión entre cocina y vino es inseparable. Platos de siempre —como el pisto manchego, las gachas, el ajoarriero o las migas ruleras— encuentran en los vinos de la zona el compañero perfecto, creando un equilibrio que ensalza su sabor y mantiene viva una cultura milenaria.
Morteruelo: carne de caza a otro nivel. Sólo apta para paladares fuertes
Escritos del siglo XV confirman que esta delicia manchega que sigue en el top10 del recetario de la Ruta del Vino de La Mancha lleva siglos triunfando en las mesas de pobres y ricos. Un plato con fuerza y personalidad, que realza todos y cada uno de sus sabores con los tintos manchegos. Se trata de una especie de paté a base de hígado de cerdo cocido, que se espesaba con pan, para luego jugar con las proporciones de carne de caza, según el gusto. Desde perdiz a codorniz, gallina, liebre o conejo; todos sabores que se equilibran con especias como el clavo, el tomillo o la pimienta. Un plato especial, que sorprende a los amantes de los sabores que se alejan de lo cotidiano. Una receta con personalidad, que requiere de mimo y tiempo, pues su cocción es lenta y sosegada. Como el tiempo en la Ruta del Vino de La Mancha.
Pisto: el protagonista de la tierra del mayor viñedo del mundo
El rey del huerto manchego por excelencia. Este sofrito de verduras en el que predominan los tomates y los pimientos está abierto a cualquier variante, desde cebolla o calabacín, a huevo, calabaza y hasta berenjenas. Hay quien le añade algo de jamón o incluso de chorizo, aunque su base clásica es eminentemente vegetal. Es uno de los platos más conocidos e internacionales de la gastronomía manchega y su versatilidad lo hace perfecto para comer en cualquier época del año. Marida a la perfección con blancos y tintos de la llanura manchega, que realzan los sabores de cada una de las verduras y hortalizas, dejando que los sabores se fundan haciendo de un plato de lo más humilde, un bocado realmente exquisito.
Gachas: un clásico que en La Mancha siempre sabe mejor
Si hay algo que transporta directamente a La Mancha es un trozo de pan bañado en una cazuela de gachas. Pocos sabores saben más a campo que esta receta que lleva siendo alimento de pastores, agricultores y ganaderos desde tiempos remotos. Hoy, este plato de raíces humildes y sabor intenso elaborado a base de harina de almortas, ajo, pimentón dulce, panceta y chorizo (versiones domésticas aparte), no falta en ninguna fiesta popular a lo largo y ancho de la Ruta acompañada, como no puede ser de otra manera, de un buen tinto de la tierra. En los restaurantes de la Ruta del Vino de La Mancha se preparan desde sus versiones más clásicas a las más modernas, donde a su base hay quien le añade alguna verdura tierna para dar alternativa a los amantes de lo veggie. Cualquiera que necesite sentirse en La Mancha no tiene más que sacar su pequeño ‘perol’ (así se llama a la sartén en la que se cocina), prepararse unas gachas y rebañar bien con un buen trozo de pan duro. Lo que hace años era plato de gente humilde, hoy es manjar para los paladares más selectos.
Migas de pastor: una receta en evolución desde el Imperio Romano
Este otro clásico de la cocina manchega tiene sus orígenes en la época del Imperio Romano, cuando se utilizaban migas de pan empapado frito como base de muchas recetas. Más adelante, durante la ocupación musulmana, que dejó en la llanura nuevas técnicas culinarias, se cree que se empezó a preparar el famoso ‘tharid’ (pan migado con estofado de carne, verduras o legumbres), que vendría a ser el precursor de los galianos y las tradicionales migas manchegas, cuyo consumo se popularizó durante la Reconquista. No fue hasta bien entrado el siglo XIX, que al pan duro se le empezaron a añadir delicias como el huevo, las papas, el chorizo o la panceta, haciendo de este manjar típico de las zonas más rurales, un plato que no falta en todo buen festejo de la Ruta del Vino de La Mancha. En tiempos de vendimia, suelen añadirle unas uvas de la tierra para aportarles ese toque de frescura y dulzor que tan bien equilibra la receta.
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